Con Sancho Panza he recorrido caminos intrincados, sin desasosiegos. Él todo lo hacía posible. Era el alfarero de mis cuencos vacíos -mendigos de luz y esclavos del olvido- Fue mi guía, es mi amigo… ahora, es cuando toca estar a su lado. Lo sostengo mientras le susurro al oído: —Ladran Sancho… seguimos juntos, compañero.
Y el veterinario, acaba su trabajo.
Y el veterinario, acaba su trabajo.
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