martes, 12 de abril de 2011

Anuro

Vivía en el patio trasero y barrancoso de mi casa. A escasos metros, más allá, el monte. Y los pantanos, que trincaban camalotes cuando en el Río de la Plata, había creciente.
Pepe Alvaro (sin tilde) lo bauticé. Pepe porque lo encontré con mi primo José, y Alvaro por: Álvaro -un botija rubio que estaba dispuesto a todo con tal de desposarme- (lo veía tan valiente...).
 

Le llevaba comida, le cantaba y limpiaba con esmero el caminito que lo adentraba en su casa. Con siete años, despuntaba ya, mi astucia femenina. Sabía que detrás de todo sapo, podría esconderse un príncipe.



lunes, 11 de abril de 2011

Volver

Dejó profundas huellas en mi camino. No pude hacer otra cosa que quitarme los zapatos y colocar mis pies sobre el rastro de las pisadas que nunca desaparecieron. Con los años, se transformaron en estigmas tallados sobre mi cuerpo en éxtasis, de forma sobrenatural. Y así anduve la vida... a medias, siempre a medias. Tenía que encontrarlo. Hasta que por fin un día -luego de treinta y dos años, con tan solo un click en esta red de locos y poetas- leí la trama de una vida paralela, que buscaba un poncho marrón y blanco.
Ahora toca volar para besarlo. Tan solo espero que no sea un sapo. 
 
 
 



Licencia Creative Commons
Ficciones neomínimas por Danik Lammá se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.