jueves, 24 de febrero de 2011

Amazing

“El mañana les espera con las manos vacías…” comenzó diciendo aquella voz. Y yo, nunca -hasta hoy- lo había mencionado con nadie-
En junio de 2001 –junto con mis dos hijos- nos mudamos a la Torre I, piso once I, a un edificio nuevo en la calle once de septiembre. Siempre quise vivir en el barrio de Belgrano, no por cajetilla sino porque me atraía la conservación en la urbe, de esos viejos caserones remodelados, cuyos árboles añejos, parecían arrullarles.
Lo cierto, es que –si bien era algo muy ansiado- la sensación de armonía y felicidad que experimentamos mi hija y yo, la primera noche que nos mudamos, fue algo “sobrenatural”, al punto, de necesitar acariciar y besar las paredes.
No fue entonces hasta la primavera –a tres meses de habernos instalado- que ocurrió lo inesperado. Me tumbé sobre las baldosas del balcón-terraza con orientación oeste, solo para contemplar las primeras estrellas, que aparecían intermitentes entre las pinceladas fucsia-crepúsculo, bajo el cielo azul. Sin embargo, el espectáculo, estaba en el ángulo derecho del balcón. De la esfera tornasolada fulgurante donde podía distinguirse el Todo, el universo, lo infinito… podía también escucharse una voz: “El mañana les espera con las manos vacías… únicamente, podréis llenarlas con amor” Insondablemente emocionada, comprendí entonces de que se trataba. No solo Daneri tuvo el privilegio en su vieja casona, en mi “depto” nuevo, también se hallaba un Aleph. 
 
 
 

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