Desde los ojos negros de la esmirriadita ignorante y de creencias sobrenaturales, veía él la primavera.
— Hazme hermosa o mátame— suplicole ella, a la Virgen María.
— Hazme hermosa o mátame— suplicole ella, a la Virgen María.
Y murió de amor... Porque el amor... no es ciego.
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