Amaneció con las manos ensangrentadas la mañana del 6 de enero. De la cama cayeron unos hilitos pegajosos. El niño corrió a despertar al padre, excitado y sorprendido. —¡Papá! ¡Papá! ¡Los Reyesssss!—
—¿Vinieron? -Responde el padre todavía adormilado por la faena nocturna-
—¡Sí, vinieron y me dejaron toda su magia!—
—¿Y...los regalos? -Pregunta el padre, observando ya los envoltorios intactos y conduciendo al niño hacia los paquetes acomodados en la sala-
—¡Mira Mario! ¡Hay que abrir los regalos!—
—No, no, papá. ¡No soy Mario, soy Spiderman!—
A Mario, mi Spiderman favorito.
—¿Vinieron? -Responde el padre todavía adormilado por la faena nocturna-
—¡Sí, vinieron y me dejaron toda su magia!—
—¿Y...los regalos? -Pregunta el padre, observando ya los envoltorios intactos y conduciendo al niño hacia los paquetes acomodados en la sala-
—¡Mira Mario! ¡Hay que abrir los regalos!—
—No, no, papá. ¡No soy Mario, soy Spiderman!—
A Mario, mi Spiderman favorito.
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