jueves, 24 de febrero de 2011

Marioneta fiel

Había aceptado cumplir el rol del muñeco. El hombre ya lo había agotado todo. Maldijo a Dios y a la ciencia… Alguna vez incluso, pensó hasta en vender el alma al diablo. Y como contrapartida, también se hincó de rodillas en devota oración. Pero todo seguía igual. Cada noche, aún cansado por la faena del día, al regresar a casa, comenzaba con el extenuante ritual para transformarse. El polvo opaco era imprescindible, le ayudaba a disimular el sudor del estrés. Luego el lápiz que compró en MAC, el Powerpoint eye pencil.  “A prueba de agua. Con acabado mate. De aplicación suave. No se mueve y se mantiene durante horas”…Recordaba la voz de la vendedora, mientras dibujaba la expresión de marioneta. Y las sombras. Y las pestañas verdes del añejo carnaval… Ya era todo un experto en productos de maquillaje. No había tiempo para ver películas ni fútbol ni noticias. Tardaba el tiempo justo para meterse en la cama, donde lo recibía, llenita de amor y ternura, Dalia, su amada esposa. Y para acabar el ritual, la abrazaba y le cantaba, hasta que quedaba profundamente dormida. Al menos ahora, podía yacer junto a ella. Antes, creía que él, era el perchero de la entrada. 

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